viernes, 6 de noviembre de 2009

Sandra (I)

"... con tanto dolor no puedo;
contigo o sin ti, no quiero.
Es noche y sin ti
no puedo...
No quisiera querente...
pero te quiero..."

Esta frase (entre tantas otras) con la que finaliza "No puedo" de Andrés Calamaro, le seguía poniendo los pelos de punta. Era algo más que una admiradora de sus canciones. Siempre encontraba alguna canción de Calamaro para cada circunstancia, para cada sensación...

Era la primera en reservar cualquier material nuevo que saliese, y aunque conservaba como un verdadero tesoro todas las entradas, era incapaz de recordar de memoria la cantidad de conciertos a los que había asistido... No solía viajar mucho, salvo por trabajo, o los veinte días que reservaba todos los años para visitar con los niños a su familia en Perú; pero gracias a Andrés, se había recorrido toda España.

Incluso viajó a Buenos Aires cumpliendo su deseo de poder ver en directo a Andrés tocando en Argentina. Lástima que finalmente se suspendiera el concierto... pero Sandra, lejos de desesperarse (había tenido que dejar a los niños con su ex, se había dejado un buen dinero en el viaje...) aprovechó para conocer al grupo de fanáticos de Calamaro que se reúnen por esa época en una ceremonia casi religiosa. Así hizo amistades con las que contactaba a diario en Facebook e incluso le convencieron para ir al establecimiento en que se había hecho Andrés sus numerosos tatuajes, y de hecho, ella se hizo uno. Ahora su hijo Ariel, de seis años, quería hacerse uno como el de mamá...

Ésa era una de sus principales virtudes. Era una persona extremadamente positiva, sabía sacarle algo bueno a casi todo, y eso le ayudaba mucho en su vida privada y, sobre todo, en su vida profesional. Sandra era policía nacional. Desde hace siete meses era detective en el grupo de homicidios y desapariciones, y había llegado a serlo gracias a su voluntad inquebrantable y a su fuerza, porque ser mujer de origen latinoamericano y entrar en ese mundo no fue nada sencillo. Sobre todo cuando empezó, en 1995, con apenas veinte años. Pero ahora lo había conseguido... y se sentía muy orgullosa de si misma. Lo que más sentía es no poder compartir ese orgullo con su padre, ex guardia civil que falleció dos años después de que ella entrara en la academia y que fue un gran apoyo en sus inicios. Sin embargo, a su madre, no le hacía ninguna gracia la profesión de su hija, le parecía muy peligrosa y nada propia de una señorita. Le echaba la culpa de todo a su marido, y llegó a confiar en que cuando Sandra se quedó embarazada de su primer hijo, cambiaría de parecer y dejaría la policía. Pero a Sandra le gustaba su trabajo, y además era consciente de que lo hacía muy bien. Ahora era la detective más joven (hombre o mujer) de su brigada.

Una de las rutinas que se había impuesto consistía en repasar cada mañana, antes de ponerse con ningún asunto, el resumen de incidencias, denuncias y llamadas que se realizaba cada madrugada. Y esa mañana, había leído un nombre relacionado con una denuncia por desaparición, que había hecho que le saltara una alarma interna... y es que el domingo a las 20:30 horas, la mujer de Sergio Arnau había acudido a una de las comisarías de Girona denunciando que desde el viernes no sabía nada de él. Se tomó un tiempo, se apuntó el nombre y se dispuso a llamar a Girona a pedir más detalles, porque sabía que ese nombre ya lo había oído antes... pero antes de hacerlo se levantó, se fue a por su tercer café con leche de la mañana, volvió al despacho, se recostó en la silla, se encendió un cigarro tras abrir la ventana y comprobar que no había nadie en la sala contigua ni en los despachos de enfrente, y le dio al play del ordenador...

http://www.youtube.com/watch?v=4g21IGLmCcQ