miércoles, 21 de octubre de 2009

El cohete.

Le había costado mucho tiempo y, sobre todo, mucho esfuerzo, conseguir lo que ahora tenía.
Sergio le había contado muchas veces a Laia que su historia juntos era calcada a la que protagonizaron en su día Johnny Cash y June Carter. Él conoció esta historia
por casualidad. Y es que cuando aún disfrutaban del viaje de novios -en su casa (ya que de viaje no tuvo más que un par de días en la costa brava)- descargándose unas películas para verlas juntos, le llamo la atención una llamada "En la cuerda floja".

Una de las pasiones de Sergio era la música, y aunque en aquélla época estaba demasiado centrado en Estopa, siempre le había llamado la atención el country. Recordaba su época del instituto cuando pasaba horas con alguna de sus novias escuchando a Garth Brooks, y así, al leer en la sinopsis de la película que era una biografía de Johnny Cash, pensó que tendría una buena banda sonora y no se lo pensó.

Lo que le impresionó realmente era, más allá de la música, la similitud de ellos dos, incluso en el físico, con los dos personajes principales de la película. De hecho, a veces llamaba jocosamente Ris a Laia (la actriz que interpreta a June Carter es Reese Whiterspoon); y en lo referido a él, Sergio solía decir, un poco presuntuosamente, que tenía un aire a Joaquin Phoenix. En realidad, el mayor parecido que tenía con el actor era una aparatosa cicatriz en la cara, fruto de un tortuoso pasado que sí compartía con Johnny Cash hasta que se casó con June. El mismo pasado gris que sufrió él hasta que encontró a Laia. Y además en unos meses iban a ser padres.

Por eso, toda esa placidez y felicidad que le acompañaba ya durante un par de años, se convirtieron en una frágil casita de naipes a punto de ser soplada en cuanto abrió el telegrama aquélla tarde lluviosa de octubre. El remitente era Andrés García Cano, y tardó muy poco en identificarlo. Andy. Ésto le hizo retroceder cinco o seis años en el tiempo, pero al leer el contenido, comprendió que esa casita construida con una baraja, ya no era más que unas cartas desperdigadas sobre una mesa...

Hola. STOP. Llegó el momento. STOP. Han contactado conmigo y pronto lo harán contigo y los demás. STOP. Debemos vernos antes. STOP. Tú siempre me orientaste bien y no se qué hacer. STOP. Llámame al teléfono de mi casa 921333033. STOP. Gracias, cohete. STOP Y FIN.

Junto a la desazón, dos reflexiones se le pasaron a Sergio por la cabeza. Una, hacía más de cinco años años que nadie le llamaba con ese mote; Sergio "el cohete", algo que en su día era casi una distinción, y que hoy era una invitación a una larga pesadilla. Y dos, si realmente en los telegramas se ponía STOP, o si el ocurrente Andy lo habría puesto a propósito. En cualquier caso, eran recursos de su mente para no afrontar lo que acacaba de leer y entretenerle un poco.

En ese momento, Laia despertaba de la siesta en la habitación contigua, y mientras un relámpago recorría las mojadas calles, llamaba a Sergio con voz dulce...


"and it burns, burns, burns
the ring of fire
the ring of fire"

4 comentarios:

  1. evidentemente ya no era más "que" unas cartas desperdigadas... que se me escapó el "que"

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  2. Álvar, eres un crack!! Sigue escribiendo, que estoy deseando leer el siguiente.

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  3. Lo mismo te digo a ti, Víctor. Besos para los dos

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